–Bien –anunció a los
demás–, seguidme que la cena ya casi está.
Jamal era un joven
camarero, en la actualidad. Antes había sido miembro del partido
democrático de Turquía. Luchó contra la dictadura y cuando, tras
la revolución, creía que estaba seguro fue apresado por los
integristas. Entre otras torturas, le dañaron los tímpanos
introduciéndole en una campana y haciéndola sonar. Consiguió huir
y exiliarse en Europa. Junto con su padre, medico pero también
represaliado por los revolucionarios, regentaba el restaurante Azraq
Chel-Lal. El porqué se trataba de un restaurante persa y no turco,
era algo que mantenían en secreto.
Les sirvieron la comida
en un saloncito bellamente decorado y con divanes tapizados en
terciopelo azul. Una vez servida el único camarero que quedó fue
Jamal. José encendió lo que parecía un reproductor de mp-3.
–Bueno –explicó
José– esto, que parece una grabadora, es un detector de
micrófonos, de forma que se encenderá una luz roja si detecta que
alguien esta tratando de grabar esta conversación.
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