Todos estos recuerdos
pasaron por la mente de José, en los breves segundos que tardaba en
componer la respuesta a Kalinga.
–No sé que tienes en
contra de las ciudades antiguas –respondió José–. Tu misma
Moscú natal no se diferencia en mucho de esto salvo, quizás, que en
su mayor parte no está protegida contra las radiaciones. Aunque
ahora parece que eso no sea necesario.
–Por eso no me gusta.
Sea o no necesario. La falta de protección, las basuras, la
pobreza... Ya me costó abandonar aquello.
–Ya. Y esto te
recuerda –ironizó Sanz– a la gente que tuviste que pisotear
para ello, ¿no?.
–Creí que éramos
amigos –se enfadó Kalinga–. Pero si sigues por ese camino me
voy.
–Vale, espera
–contestó a la rusa y luego se dirigió al camarero dijo José en
árabe–. Yousuf deseo el saloncito azul, y que nos sirva Jamal.
–Sí señor –respondió este en la
misma lengua.
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