En mi novela Al borde del Caos, o al menos en su planteamiento histórico en los años 90, un gobierno valencianista, integrado por la evolución de lo que entonces era Unión Valenciana y otros partidos de centro (en su día me platee la posibilidad de éxito del CDS como heredero de la UCD), se enfrentaba políticamente a un gobierno nacional del partido socialista que había decidido entregar Navarra a unas Vascongadas independientes y Valencia y Baleares a una Cataluña independiente y revolucionaria en 2016. Poco duraría la residencia política, pues en marzo del 18 caería por las armas hasta el verano en que sería recuperada, también militarmente a costa de enfrentarse al resto de España y purgar la administración y universidades.
Gran parte del planteamiento se ha quedado oculto, supongo que ya nunca lo escribiré, pues el personajes, Francisco Javier Domenech, es demasiado joven en el momento de los hechos como para otorgarle la dimensión que le corresponde, mientras que su padre y hermano mayor, dos de los líderes de la respuesta armada, Vicente Domenech, ambos y no es por casualidad que les puse ese nombre, tienen más protagonismo y conocimiento del momento histórico, pero menos, mucha menos relevancia, en la trama que configura Al borde del Caos.
Sin embargo, lo que en su día planteé como un posible futuro épico (lo que no quiere decir que fuese el deseado, sino uno interesante como elemento de juego y creación literaria pero ya lo dice el refrán chino "infelices aquellos que viven tiempos interesantes y dichosos los que viven tiempos aburridos") cada día se manifiesta como más alejado de la realidad.
Y no solo porque con el trascurrir del tiempo, la falta de liderazgo y la traición, sobre todo la traición a los ideales, el valencianismo ha dejado de existir, salvo como algo meramente testimonial. Deberíamos aquí recordar que si bien el PP ha traicionado, día a día, con sus actos el valencianismo que decía profesar, fue uno de los líderes de este valencianismo, Héctor Villalba, el que echándose en manos del pancatalanismo realizó la traición que lo hirió de muerte.
Pero también porque en el caso de Valencia Ciudadanos, la opción menos mala posible, tiene, a diferencia de en otras partes de España, la posición más cómoda: la de aquel que no puede hacer nada.
Esto es asumiendo que los pactos van a ser realizados entre fuerzas cercanas, no planteándose pactos extraños (desde el punto de vista ideologice, como el de la pasada legislatura en Extremadura): Ciudadanos junto con el PP suma 44 escaños en la Generalidad, con el PSOE (asumiendo que el PSOE adopte un posicionamiento español y valenciano y no pancatalanista) 36. En ambos casos necesitaría, como mínimo, la abstención de la otra fuera política (de las 3) para que un pacto con cualquiera de ellos tenga éxito (ya que la suma de Compromis y Podemos son 32). Naturalmente aquí la llave, y la posibilidad de juego, en realidad la tiene el PSOE, que puede pactar con los 32 del bloque catalanista y de izquierdas, o no. Naturalmente Ciudadanos y el PP deben pensar si correr el riesgo de dejar a Puig tomar las riendas de un gobierno con su apoyo sabiendo que si decidiera cambiar de opción al bloque catalanista no podrían hacer nada por evitarlo. Y es más que dudoso que el PSOE accediese a una abstención para permitir un gobierno de Ciudadanos y el PP. Así las cosas lo mejor que nos podía pasar a los valencianos es que no haya acuerdo y cumplidos los dos meses de la constitución de la cámara sin elegir a un presidente esta se disuelva y nos convoquen de nuevo a elecciones. Probablemente el resultado sería muy distinto.
En el caso de los ayuntamientos la situación es diferente, pues no se pueden convocar nuevas elecciones, pero tampoco se puede bloquear la elección del alcalde aunque este esté en minoría. De hecho según la ley electoral si ningún candidato obtiene mayoría absoluta será alcalde el cabeza de lista de la lista más votada. Eso quiere decir que en Valencia hacen falta diecisiete concejales: Si PSOE, Valencia en Comu (Podemos) y Compromis votan al mismo candidato este será alcalde, si no lo será Rita. Y esas son las únicas combinaciones posibles. En Castellón la situación es la misma: PSOE más Compromis más Castello-en-moviment suman los 14 concejales necesarios, pero si no votan al mismo la lista más votada es la del PP. Y en Alicante pasa lo mismo PSOE más Guanyar Alacant (Podemos) más Compromis suman los 15 concejales que dan la mayoría absoluta. Y esta es la única opción, dejando cómodamente a Ciudadanos fuera de juego, salvo que PP y PSOE, junto con Ciudadanos votasen al mismo candidato. Con ello naturalmente puede escudarse en que los dos grandes no están de acuerdo.
Así las cosas es bastante difícil que Valencia no caiga en manos del catalanismo y no acabe, como decía un amigo mío castellonense, «con Valencia y alicante convertidas en las provincias quinta y sexta de Cataluña. Y Castellón en parte de la de Tarragona.»
Vistas así las cosas parece que el mundo creado en Anochecer está más lejos que nunca… salvo porque este mundo incluye la ocupación total y una respuesta, aunque la duda es ¿Habrá respuesta?